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  • Foto del escritorAndy Beltran

Jesús, mi mente y yo…

Para El Café de los miércoles - 18/09/2019


Nunca existirá una forma fácil de decir: “Creo en Jesús, pero sufro una enfermedad mental y me ha cruzado por la cabeza más de una vez SUICIDARME para acabar con el caos y dolor que me dejan sin fuerzas”. Suena duro, lo sé, pero es una realidad con la que muchos hemos vivido dentro de la iglesia y a veces como respuesta recibimos un gesto de desaprobación, acompañado de palabras como: “Tienes que orar más”, “no estás viviendo el amor de Jesús”, “es que no has conocido la paz de Dios”, “es un tema de guerra espiritual”, “solo buscas llamar la atención”, “todo está bien, ¿por qué te quejas?”. Esas frases los sepultan aún más en el oscuro lugar de su cabeza, llevándolos a callar, a alejarse de la iglesia y a veces de Dios.


Ya antes había tocado el tema de las enfermedades psiquiátricas desde mi batalla personal con la ansiedad que aún ha tenido un fin, pero hoy no se trata de mí, hoy se trata de todos aquellos que están dentro de una iglesia y conviven con voces en su cabeza que ahogan, desaniman, llenan de miedo y apagan la fe; de esas personas que puedo o no conocer y están pasando por algo así, nos enseñaron que en la iglesia de eso no se habla y se juzga a quienes deciden hablarlo porque “los cristianos no sufren de esas cosas y los que sí están mal”.


¡Pero no! Porque cada vez que escucho la noticia que alguien pierde la batalla con este cáncer de la mente y acaba con su vida, mi corazón y mi espíritu se quiebran de una manera dolorosa, llorando porque pude haber sido yo, si no hubiera encontrado ayuda y amor de mis autoridades espirituales y familia. Pero también me lleva a pensar que posiblemente no hablar o hablar y recibir voces tan duras que juzgan desde afuera sin saber lo que vive, hicieron más agresiva su enfermedad.


Me aterra pensar que mañana puedo recibir una llamada diciéndome que un amigo a quien amo o alguien que conozco no pudo más y acabó con su vida, porque a alguien se le ocurrió decirle que “era falta de fe y no una enfermedad” que necesita ayuda médica, emocional y espiritual.


Querido lector no me malentiendas yo creo en un Jesús que sana y restaura de manera milagrosas a veces de una sola vez y para siempre, pero sé que también a veces lo hace de manera progresiva y por eso se requiere acompañamiento médico. Siempre que leo los salmos de David supongo que escribir era su terapia y la manera de decirle a su mente que Dios era la luz que acababa con esa oscuridad que quería apoderarse de él.

Algunos necesitamos más ayuda que otros y no por eso Dios deja de ser soberano, en medio de mi ansiedad es donde más he conocido a Dios y me he aferrado desesperadamente a su palabra.


“SEÑOR, ¿hasta cuándo? ¿Vas a olvidarme para siempre? ¿Cuánto tiempo más me ignorarás? ¿Cuánto tiempo más seguiré angustiado? ¿Cuánto tiempo más sufriré esta pena? ¿Cuánto tiempo más mi enemigo será más fuerte que yo? SEÑOR, mi Dios, mírame, respóndeme. Haz que recobre mi vigor; que no duerma yo el sueño de la muerte. Respóndeme. De lo contrario, mi enemigo pensará que ha triunfado; se alegrará de haberme derrotado. Yo confío en tu fiel amor; rescátame para que pueda festejar tu salvación. Adoraré al SEÑOR porque ha sido bueno conmigo.” Salmos 13:1-6 PDT


En mi caso la luz de Jesús ha logrado entrar por las grietas de mi mente y sigo viva por las verdades bíblicas que he tenido que gritar entre dientes en días duros sin fuerzas, por las horas de terapia y las oraciones de mis líderes, por el amor incondicional de mi familia, los abrazos de mis amigos y los medicamentos. Pero hay casos en los que la lucha es tan fuerte que los vence llevándolos a tomar una decisión que acaba con el sufrimiento, pero también con su vida.


Por eso hoy desde fondo de mi corazón te suplico que si sientes que tu mente te está matando lentamente busques ayuda médica, hables con quienes te rodean sobre cómo te sientes y no te guardes el dolor que te está asfixiando; quiero que sepas que no eres menos espiritual o tienes menos fe, porque así como un diabético necesita la insulina para que su sangre funcione, tú puedes necesitar un medicamento y terapia para que tu cerebro mejore, además de una verdad que he aprendido y quiero compartirte para que seas libre y puedas buscar ayuda: El Espíritu Santo estará en medio de las palabras de ese psiquiatra o psicólogo, e irá sanando conforme vayas avanzando. Sé que no es fácil y que a veces parece que en tu mente vive alguien más, que es duro y sin piedad, alguien que no eres tú, pero recuerda que también vive Jesús, que Él le pondrá color a cada rincón y que con la ayuda necesaria tal vez algún día serán solo Jesús y tú.


Y si tú que lees esto no estás pasando por algo así, pero conoces a alguien te pido un favor que no lo juzgues, solo ora y ama mucho a esas personas quienes conviven con estas enfermedades, y si es tu ser querido ámalo como nunca lo has amado antes. Recuerda que en su mente hay algo que asusta y oscurece el panorama, algo con lo que lucha, pero más que nada que tus acciones o palabras pueden levantarlo o sepultarlo.


No te pido que entiendas solo que acompañes, que seas el abrazo sin palabras en la crisis y la oración en medio de la noche, esa mano a la que agarrarse antes de la terapia y quien sostiene la luz de la palabra de manera amable, quien acompaña y se informa para ayudar, por favor ten paciencia cuando la lucha sea intensa y las lágrimas no cesen.


Con este artículo no busco normalizar o justificar nada, solo quiero llevarte a ser sensible que a veces no podemos entender lo que pasan los demás, pero que Jesús no nos llamó a entender, nos llamó a amar.


Texto original: https://www.elcafedelosmiercoles.com/jesusmimenteyyo/

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